RUTAS
Localidad: Pancorbo
Un gigantesco y casi infranqueable anfiteatro montañoso rodea y
aísla las tierras burgalesas de la Ribera del Ebro y del Condado de
Treviño. Desde siempre, las únicas puertas de acceso a estas dos
comarcas naturales han sido una serie de espectaculares y llamativos
desfiladeros. Los más importantes son los de Pancorbo y Sobrón. El
primero de ellos ha ejercido como paso importantísimo para los
distintos pueblos que han vivido en la Península Ibérica y como vía
natural de comunicación entre las tierras del centro y el Norte. En el
segundo, los amantes de la naturaleza encontrarán uno de los enclaves
más bellos y con mayor interés para las aves rapaces de toda la
provincia de Burgos.
Ruta Desfiladeros del Ebro
Tras cruzar las llanas tierras de La Bureba y después de visitar
en Santa María Ribarredonda su notable iglesia parroquialrenacentista,
el viajero descubrirá, al fondo y cerrándole el horizonte, el inmenso
murallón de los Montes Obarenes. Siguiendo el sabio trazado de los más
viejos caminos, las vías de comunicación actuales también confluyen
ante el único paso franqueable de esta auténtica barrera caliza: el
desfiladerode Pancorbo.
Esta vía natural de comunicación entre el centro y las tierras
del Norte ha sido desde siempre un importante paso para los pueblos que
han vivido en la Península Ibérica. Su control durante los siglos IX y
X fue vital para musulmanes y cristianos. De las fortificaciones que en
otros tiempos erizaban sus inaccesibles peñascos apenas quedan algunos
restos. A la entrada de la estrecha y sombría hoz se localiza el pueblo
de Pancorbo.
Hay que entrar en Pancorbo por la calle Mayor. En ella se
localizan varias casonas blasonadas entre las que destaca la casa
renacentista de Colón. Al final del alargado caserío, claro ejemplo de
pueblo-camino, se alza la iglesia de Santiago. Con restos románicos, la
fábrica del templo es del siglo XVI y presenta tres naves sobre pilares
columnarios. Unas estrechas y a veces empinadas calles que aún
conservan un inconfundible aire medieval, reforzado por la arquitectura
de sus casas a base de entramados de madera, permiten recorrer el
pueblo y visitar su rico patrimonio. Cruzando el Oroncillo se descubre
la fachada barroca, 1714, de la iglesia de San Nicolás. Pancorbo fue
una etapa clave en la ruta jacobea que enlazaba las ciudades de Bayona
y Burgos y como lugar de paso y comercio tuvo una importante y rica
aljama judía.
Para continuar el recorrido, es obligado internarse en la
espectacular garganta abierta por las aguas del modesto Oroncillo en
las apretadas calizas de los Montes Obarenes. La carretera discurre por
encima de la antigua e importante calzada romana que comunicaba el sur
de la Galia con el noroeste de Hispania. Al salir de la casi perpetua
sombra de la garganta los viajeros pueden reconfortarse en la venerada
ermita semirrupestre de Nuestra Señora del Camino.
Tras visitar el pueblo de Ameyugo Ameyugo - Torreón de los
Guevara- y su cercano monumento al Pastorhay que enlazar con la
carretera local que se dirige hacia Bugedo de Candepajares. Próximo al
pueblo y protegido por las laderas boscosas del monte Foncea se
localiza el antiguo monasterio premonstratense de Santa María. De este
cenobio fundado en 1168, bajo el patrocinio de Alfonso VIII, se
conservan los tres ábsides románicos de la cabecera de la iglesia.
La
carretera sigue al Oroncillo en su camino hacia el Ebro y se abre a un
magnífico paisaje en el que contrastan los escarpados relieves de los
Obarenes con la amplitud de unas tierras que ya pertenecen a la gran
depresión del Ebro. Antes de llegar a Miranda de Ebro y tras pasar por
Valverde, merece la pena detenerse en Orón. El caserío de este pueblo,
que ya aparece citado en los primeros años de la reconquista cristiana,
se distribuye formando un singular anfiteatro en torno a un gran
espacio público. En uno de los vértices de esta amplia plaza se alza la
iglesia parroquial de San Esteban Protomártir.
A un tiro de piedra de Orón queda la ciudad de Miranda de Ebro.
Surgida en tiempos altomedievales para defender, con un castillo
erigido en el cerro de La Picota, un estratégico vado del río Ebro, es
a partir de los siglos XI y XII, y bajo la influencia del paso del
primitivo Camino de Santiago, cuando comienza a tomar cierta
relevancia. En 1099 Alfonso VI la otorgó un importante fuero y la
concedió el privilegio de ser el único paso por el que las mercancías y
las personas podían cruzar el Ebro desde la ciudad de Logroño. A la
vera de estos fueros y privilegios reales se desarrolló también una de
las más grandes juderías de toda la península Ibérica.
El puente de Carlos III, levantado sobre el anterior medieval,
el Ayuntamiento y las iglesias de San Juan, Santa María de Altamira y
San Nicolás -con su ábside románico- son los máximos exponentes del
patrimonio artístico que conserva Miranda de Ebro a lo largo de sus dos
personalísimos barrios separados por el río: Allende y Aquende.
Para llegar hasta el Condado de Treviño hay que salir de Miranda
de Ebro con dirección a Vitoria. El recorrido por esta auténtica ínsula
castellana puede comenzar, unos kilómetros antes de llegar a La Puebla
de Arganzón, por la estrecha carretera que tras atravesar la aldea de
Pangua se encarama hacia la ermita de San Formerio. Desde este mágico
centro de culto se contempla una espectacular panorámica de toda la
comarca: una pequeña y boscosa región natural de poco más de treinta
kilómetros de largo por quince en su parte más ancha, que aparece
regada por el río Ayuda y sus afluentes. A los pies del viajero se
distribuyen dispersos en un accidentado relieve de cerros, lomas,
hoyadas, valles, altozanos, barrancadas, picachos, llanos, secarrales y
umbrías, y como en un gigantesco mosaico, los cerca de cuarenta lugares
habitados con los que cuenta el citado Condado.
De nuevo por la autovía es fácil alcanzar La Puebla de Arganzón.
Situada junto al Condado de Treviño, a las orillas del río Zadorra,
esta villa, a la que ya en 1191 Alfonso VIII concedió un fuero de
sesenta y tres leyes, es una encrucijada secular de caminos. A lo largo
del eje longitudinal de su modélico trazado medieval, van apareciendo
los distintos elementos de su rico patrimonio arquitectónico. Entre
todos destaca la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, edificio
tardogótico de tres naves que conserva en su interior un suntuoso
retablo renacentista fechado en 1535 y perteneciente a la escuela
castellana de Gaspar de Tordesillas. Fuera de la hoy desaparecida
muralla se encuentra un edificio relacionado con la Ruta Jacobea: el
hospital de Santiago.
Una poco transitada carretera se interna por las tierras
condales en busca de la villa de Treviño, su capital. Antes de llegar a
la misma, aparecen en la ruta los sugerentes topónimos de varios
pueblos y lugares que invitan a realizar un alto en el camino: Añastro,
Muergas, Ozana, Golernio, Doroño y sobre todo la aldea de Cucho, famosa
por las aguas clorurado, sódicas y sulfurosas de su balneario.
Treviño Treviño es una población asentada en la falda sur de un
cerro, en cuya cima se alzaba un poderoso castillo. Sobre el caserío
destaca, altiva, la torre barroca de su iglesia parroquial. Durante
toda la Edad Media fue un importante cruce de caminos y mercancías. Por
ella pasaban las vías que comunicaban la Llanada Alavesa con el valle
de Campezo, Navarra y La Rioja. Su importancia como nudo comercial
favoreció el asentamiento de una floreciente aljama judía, que llegó a
tener más de treinta y cinco familias.
El periplo continúa unos
kilómetros por la vega del río Ayuda y se desvía a la altura de La
Venta de Armentia por la carretera que se dirige a Vitoria. Tras cruzar
Uzquiano, lugar que conserva una ermita con dos curiosas portadas
tardorrománicas, se alcanza la aldea de San Vicentejo. En tan pequeño y
escondido lugar se conserva la joya artística del Condado de Treviño:
la ermita románica de la Concepción.
Una tranquila carretera -hay que seguir en dirección a Obécuri-
conduce al viajero hasta el cruce que señala la desviación a Saraso. En
este pueblo además de visitar la notable, por su rico contenido
iconográfico, portada románica de su iglesia, se pueden apreciar las
características constructivas de la arquitectura popular de la zona.
Influenciada por el caserío vasco, la casa tipo de Treviño es un
edificio aislado de gran programa, levantada con piedra arenisca y que
presenta edificaciones anejas para el ganado, los aperos y la paja.
Todavía en algunos pueblos se pueden ver casas de origen medieval que
conservan un primitivo entramado de maderas y adobes.
Tras dejar atrás el pueblo de Fuido el recorrido alcanza la
localidad de Albaina. En sus inmediaciones y en las de la vecina aldea
de Laño se concentra un impresionante conjunto de eremitorios labrados
en la roca, que han sido fechados en época visigoda. Las más
interesantes y fáciles de visitar son las conocidas como "Las Gobas" de
Laño, situadas a medio camino entre los pueblos de Albaina y Laño y
visibles desde la misma carretera. Varios habitáculos individuales, que
corresponden a las viviendas de los anacoretas, rodean las tres
iglesias excavadas en la blanda caliza.
El último pueblo del Condado es Obécuri. La torre fortificada de
su iglesia y una ermita barroca con un curioso pórtico justifican la
visita. En el término de Laño los investigadores han localizado uno de
los más importantes yacimientos de huesos fósiles de dinosaurios del
norte de España. Fechado en el Cretácico Superior, en el mismo también
se han descubierto los restos de varios nidos de estos extinguidos
animales.
De nuevo en Miranda de Ebro hay que continuar el
recorrido remontando las aguas del Ebro y por Suzana, Montañana y
Guinicio y llegar a las inmediaciones del antiguo monasterio
benedictino -destacan su iglesia tardogótica y su claustro con aires
cistercienses- de Santa María del Espino. Desde este lugar y por la
N-625, carretera de Bilbao, se puede alcanzar el límite de la provincia
en Puentelarrá. Muy cerca, con dirección a Trespaderne, queda el
espectacular enclave natural de las Hoces de Sobrón.
Con dirección a Burgos la carretera alcanza el pueblo de Santa
Gadea del Cid. Esta amurallada localidad, todavía conserva dos puertas,
surgió a la vera de las calzadas romana y medieval que se dirigían al
Cantábrico. La fortaleza actual, que preside desafiante el caserío, es
de finales del XV y tiene un recinto con cubos y una torre del homenaje
que se levanta sobre una curiosa roca en el centro del patio de armas.
El trazado original de sus calles y las bien conservadas casas
medievales, con los característicos entramados rellenos de ladrillo de
tejar, convierten a Santa Gadea del Cid en el prototipo del núcleo
medieval de la comarca del Ebro.
En la misma Santa Gadea, antes se puede admirar la ermita
románica de la Virgen de las Eras, hay que tomar la carretera local que
enfila hacia Bozoo. A la entrada de este aislado pueblo -su iglesia
parroquial conserva una curiosa portada románica con un arco
polilobulado- se localiza la pista de tierra que, por el casi
abandonado pueblo de Soportilla, permite llegar hasta Villanueva de
Soportilla. En las inmediaciones de esta última localidad, que tiene
como fondo las espectaculares formaciones rocosas de las Hoces de
Sobrón, aparecen los restos de una necrópolis altomedieval. Las tumbas
antropomórficas excavadas en la roca rodean un edículo que serviría
como iglesia.
Para finalizar el recorrido, de nuevo por la carretera
principal, nada mejor que alcanzar el abandonado pueblo de Encío, que
aparece encaramado, junto a su pequeña iglesia románica, en una
pronunciada colina desde la que se domina una buena extensión de la
Ribera del Ebro. Desde Encío se puede llegar, siguiendo el trazado de
una curiosa y empedrada calzada de origen napoleónico, hasta las ruinas
del antiguo y desamortizado monasterio de Obarenes.
Fuente: Patronato de Turismo de Burgos
Textos: Enrique del Rivero